Durante los casi tres años de preparación de Luminosas, hemos compartido el proyecto con muchas personas que lo han enriquecido con sus colaboraciones y comentarios. Estamos convencidas de que hoy Luminosas es más fuerte que la idea original gracias a esas aportaciones y no nos cabe duda de que seguirá ganando valor con las propuestas e intercambios de los que seguirá nutriéndose en el camino.
Como proyecto de imagen y palabra, no podíamos estar más contentas con las fotografías que han captado quiénes somos en esta web y que circulan ya por redes y medios varios. Y es que hemos contado con la colaboración de la estupenda Marga Lama, de @la.marga. A Marga la conocemos desde nuestros tiempos de la Facultad de Ciencias de la Información (ahora Comunicación). Al hacerse fotógrafa profesional, coincidió con Ana en el gremio de la fotografía infantil y familiar andaluz, aunque como podéis ver, los registros de ambas son mucho más amplios. Desgraciadamente, se trata de un entorno en el que el apoyo mutuo, el asociacionismo, la acción colectiva y el sentido del “bien común” muchas veces brillan por su ausencia, excepto en ocasiones como ésta.
Para entender cómo la magia de esas fotos fue posible, nos gustaría traer a colación la segunda acepción que la Real Academia de la Lengua ofrece de sororidad: “relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.” Este término, que entró a formar parte de nuestro diccionario solo desde diciembre de 2018, ha estado sin embargo desde el principio en el vocabulario de la lucha feminista por la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres y por una justicia social para todas las personas.
¿Por qué? Pues porque “sororidad” es la manera de nombrar algo que le da la vuelta a la forma de relacionarnos que, por desgracia, parece haberse convertido en habitual. En medio de una sociedad que reduce a las personas a meras ejecutadoras, consumidoras y números (de dosier o cuenta bancaria), funcionar siguiendo otras lógicas constituye una de las posturas más radicales que se puedan sostener en la actualidad. Relacionarnos con las demás personas resaltando lo que nos une y cuidando los hilos que nos entrelazan, haciendo visible nuestra interdependencia y celebrándola con alegría. Eso sí es radical. Así sí se construyen otros mundos. Y otras economías.
De hecho, estas relaciones basadas en el cuidado y en el sentido también se traducen en otras maneras de crear economías. Economías ancladas en prácticas y saberes concretos que no tratan de “sacar tajada”, sino que respetan a las personas y a la naturaleza que nos rodea, así como los límites y los ritmos de ambas. Economías que existen para que podamos existir con dignidad y con un propósito que no se concentra en nosotras mismas, sino en las personas y el planeta que nos es prestado.
Esta íntima convinción y determinada acción son las bases de nuestra inspiración; esa que nos anima para seguir creando.