A ninguna de las personas que nos leeis os pillará por sorpresa si os decimos que hay veces que parece que nada puede torcerse más de lo que se ha torcido.. Y aún así, vuelve a torcerse una vez más. Es como si lleváramos meses siendo testigos del límite de las cosas para torcerse. La pérdida de las personas queridas y la distancia que tenemos que establecer con ellas desde ya no recordamos cuánto, no tiene paragón con nada. Aún así, es como si la materia de la que están hechos los días siguiera llenándose de una energía gris, de esa que nos vacía de nuestras fuerzas, que no conocíamos.

Llevamos meses posponiendo sueños, desde los más grandes hasta los más pequeñitos. Posponiendo ilusiones mientras vemos cómo el mundo que conocíamos, en el que crecimos y en el que hemos criado a nuestras hijas e hijos, pierde los perímetros que lo hacían vivible. Cuándo todo parece desmoronarse ¿a qué aferrarse?

Sin estar aquí para dar respuestas sino para acompañarnos, desde Luminosas hemos vuelto a vivir un revés. Hoy teníamos que haber llegado a Guadix, a ayudar a nuestra compañera Pilar de Sulayr a instalar la exposición; el miércoles teníamos un encuentro con más de 30 compañeras que nos esperaban en la Oficina de Turismo para intercambiar experiencias y aprender las unas de las otras y el jueves, una taller muy especial en La Azucarera, sede del Grupo de Desarrollo Local de Guadix. Debido a las nuevas condiciones de restricción de movilidad y también a un triste episodio en una de nuestras familias, nos hemos visto obligadas a posponer este encuentro que tanto deseábamos. Por suerte la exposición sigue adelante desde mañana hasta el día 11 de noviembre, gracias a las persona luminosas que desde Guadix nos han tendido su mano.

En medio de esa sensación de pérdida, escuchamos el leve crujir de una pequeña chispa. Se llama «empatía» y tiene que ver con cómo en los momentos más duros para todo el mundo es cuando más fácil resulta ponerse en el lugar de las otras personas. ¿Os ha sucedido alguna vez ese sentiros aún más cerca, ampliar el alcance de vuestra comprensión en momentos de dificultad extremas? Pues ¿y si apostáramos por ello?

Hoy nos apetece compartir este poema inédito y uno de nuestros retratos favoritos para ilustrar esa sensación, esa necesidad de acoger y ser acogida, acogido. Y a la vez, la radical certeza de que quien ofrece su hombro ofrece también toda su intención, voluntad y esfuerzo porque las cosas cambien.

Gracias.

 

Para darte tengo más bien poco

aparte de este encorvado hombro

que, si quieres, convertiré para ti

en almohada, risa, plumero, espejo, madriguera.

 

Un hombro-almohada en el que reclinar penas

cuando la flaqueza arrecie, derribándote.

 

Un hombro-risa para desenjaular palabras,

abrir cortinas, improvisar coreografías.

 

Un hombro-plumero que desempolve tus rincones

y te haga cosquillas, sacudiendo todos tus cimientos.

 

Un hombro-espejo que refleje lo que eres

en un destello breve de sólida conciencia.

 

Un hombro-madriguera donde ir acumulando lazos,

esperanzas y luchas que nos tejen a la vida.

 

Almohada, risa, plumero, espejo, madriguera

se entrelazan en este hombro mío que no espera sino anhela

el cobijo cóncavo de la inagotable curva de tu cuello.

 

Almohada, risa, plumero, espejo, madriguera.